ELECCIÓN DE LA LACTANCIA: MATERNA O ARTIFICIAL

En teoría no deberían existir dudas: mejor la lactancia materna. Pero, por motivos que expondremos más adelante, puede ser necesario efectuar una elección y programar de antemano el tipo de tratamiento.

Es necesario ser objetivos, eliminar falsos tabúes y prejuicios y decidir de un modo racional. Tengamos presente que:

1. Desde el punto de vista dietético, no representa un problema para una alimentación en sentido riguroso: aunque la leche materna sea algo inimitable, como todo lo que está en un cierto sentido «vivo», es fácil obtener también resultados excelentes utilizando diferentes tipos de leche en polvo.

2. La leche materna es, por otra parte, más cómoda: no exige preparación de mezclas, esterilización de biberones, abastecimiento en la farmacia. Es también, por consiguiente, más económica.

3. La leche materna puede ser igualada por leches en polvo, las cuales reproducen bastante fielmente las características químicas y biológicas de aquélla, pero ofrece algo más: un equipo de defensas que en los primeros meses de vida puede ser determinante en la protección del lactante contra agentes infecciosos externos. Es sabido, por ejemplo, que los lactantes alimentados a pecho muy difícilmente contraen algunas enfermedades infecciosas típicas de la infancia (sarampión, varicela, roséola, escarlatina, etc.).

4. Pero la diferencia fundamental quizá sea otra: el seno materno le aporta al niño la sensación de seguridad y el calor del afecto. No es un concepto demostrable, pero es verosímil que sea exacto. Por otra parte, es evidente la diferencia entre un órgano vivo, palpitante, ¡y una tetina de goma! Además, sin molestar al señor Freud, ¡está claro que, para el niño, chupar del pezón es una alegría inigualable!

Me parece, pues, que no hay lugar a dudas: la lactancia materna es siempre preferible a la lactancia artificial, aunque esta última debe ser considerada tan válida como la otra.