COSTUMBRES ALIMENTICIAS: AYER Y HOY

Hace algunas décadas, el presupuesto de todo consejo dietético apuntaba a corregir la tan temida carencia proteica, ya que la alimentación del niño debe apuntar a finalidades eminentemente plásticas. La directa relación entre cantidad de proteínas recibidas y crecimiento era un hecho seguro e indiscutible, confirmado también por los tristes ejemplos de algunas poblaciones de países en vías de desarrollo, en las cuales la desnutrición y la carencia proteica perturban el crecimiento y reducen las capacidades inmunitafias.

En base a estos presupuestos, a la vez que algunas características de nuestra alimentación se han mantenido, otras, en cambio, se han perdido.

Por ejemplo, se ha mantenido un buen consumo de derivados del trigo (pan y pasta), pero casi ha desaparecido el aporte de verduras, legumbres y de aceite de oliva; perdiéndose así aquella perfecta interacción en cada comida entre los diversos aminoácidos del trigo y del maíz, de las legumbres y de las verduras (los cereales son pobres en Usina y treonina, que se encuentran en abundancia en las legumbres; las verduras son pobres en metionina, que en cambio abunda en los cereales y las legumbres) que, favoreciendo la síntesis de proteínas de alto valor biológico, ha permitido a la población de ciertos países meridionales sobrevivir en siglos pasados consumiendo poca carne. En las últimas décadas, en cambio, ha aumentado fuertemente el consumo de la carne, de grasas animales y de azúcares simples, convirtiendo nuestra dieta en algo híbrido que ha añadido a nuestros tradicionales primeros platos (pasta, pizza, menestra), frecuentemente ricos y completos, un segundo plato a base de carne u otro alimento proteico, seguido también, bastante frecuentemente, de un dulce.

Esta nueva alimentación, demasiado rica en calorías, en proteínas animales, en grasas saturadas, en azúcares, ya no tiene nada de la llamada «dieta mediterránea», la característica de nuestras poblaciones desde hace muchos siglos y que ha sido envidiada como óptimo preventivo de obesidad y de enfermedades cardiovasculares.

En un principio, esta dieta más rica fue acogida favorablemente por los evidentes buenos efectos sobre el crecimiento, pero en seguida nacieron preocupaciones por la progresiva tendencia a proseguir en la dirección equivocada y por la facilidad con la cual se pueden agravar en los niños ciertos desequilibrios ya arraigados, con numerosos errores y transgresiones característicos de la edad y de la educación permisiva: valga el típico ejemplo de las comidas entre horas y las bebidas azucaradas a cada instante.

Resultado: obesidad infantil. Encuestas más recientes constatan que aproximadamente el 12,5 % de los niños en edad escolar presenta un peso superior al 20 % respecto a la media. Confirman también que más de la mitad de los niños examinados no se limita a cuatro comidas diarias, sino que consume cinco o más comidas, haciendo amplio uso de comidas entre horas, meriendas y bebidas dulces.